Considerar que
alguien es desleal por el simple hecho de que intenta defender sus derechos es
un planteamiento digno de ser estudiado. La lealtad nada tiene que ver con la
estupidez ni con el dejarse pisotear. La lealtad no se mide por las injusticias
que estés (o que otros piensen que estés) “obligado” a soportar en silencio. La
lealtad se mide por el respeto a la institución, por las ganas que tengas de
construir una casa que de verdad sea la casa de todos, en la que queden atrás
injusticias y en la que la discrepancia y la pluralidad se vean como un
enriquecimiento para todos y no como una amenaza. Hoy en día proliferan los
pronunciamientos públicos y privados sobre los supuestos efectos perniciosos
que tiene la sentencia de 15 de mayo de 2015 de la Sección Segunda de la Sala
de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de
Canarias. Muchos hablan de lo malo que
sería que los jueces acabaran marcándonos los repartos de trabajo. Se olvidan,
estos que así se pronuncian, que los jueces tienen encomendada la alta función
constitucional de impartir justicia, restaurando la vulneración de derechos que
pudieran producirse en todos los ámbitos, también en el seno de la
Administración Pública, y, por supuesto, también en el seno de la Carrera
Fiscal. Sostener que la Carrera Fiscal se encuentra al margen del derecho
administrativo y del posible amparo de los Tribunales viene a ser olvidar que
existe la Constitución y el derecho a la tutela judicial efectiva, también para
los Fiscales, sí también. No se trata de que los jueces vengan o no a decirnos
lo que tenemos que hacer, se trata del derecho a acudir a los Tribunales a
solicitar se restauren los derechos que te han sido vulnerados. Si no queremos
que esto suceda, si no queremos que los trapos sucios salgan de la casa común
empecemos por respetar los derechos, de establecer una regulación, unas normas
claras para todos, un sistema garantista que efectivamente repare las
injusticias y vulneraciones de derechos que se produzcan y entonces, y sólo
entonces, alejaremos ese temor que a algunos invade de que los jueces entren a
regularnos. Eso sí, nunca debemos olvidar que ellos, los jueces, están ahí para
eso, para restaurar el derecho cuando es vulnerado y que cada cual trata o
debería tratar de llevar a cabo la función constitucional que le ha sido
encomendada de la mejor manera posible.
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