Si la justicia funcionara bien, habría un respeto por ella. Jueces y fiscales no serían atacados sin pruebas de parcialidad, y si funcionara bien, quienes actuaran con parcialidad serían descubiertos y castigados. Si la justicia funcionara, estaría fuera del juego político. Los fiscales (empezando por su jefe) y los jueces, sabiendo que si actúan sin imparcialidad, eso se descubriría –dado que la justicia funcionaría bien- no osarían actuar con tacha. Además, como la justicia funcionaría, no habría posibilidad de cometer atropellos en nombramientos porque estos se anularían rápidamente. Entre otras ventajas, la lucha contra la corrupción sería más eficaz; si las investigaciones por corrupción fueran infructuosas, nadie acusaría al juez o el fiscal de haberlas comenzado por razones políticas o de archivarlas por esas razones. Pero si la investigación encontrara delitos de corrupción, los políticos deberían tomar medidas contra los corruptos, incluso los de su propio partido. Deberían responder de sus responsabilidades por haber nombrado, apoyado o confiado en los corruptos y no tendrían la opción de acusar a nadie más que a los corruptos de que los hechos se descubrieran. Y seguramente habría menos corrupción. Si eso fuera así, no podrían hacer nada los políticos para presionar al juez o al fiscal para quitar valor a su investigación. Y por tanto, no tendría sentido intentar controlar la Fiscalía o el CGP, por lo que no lo harían. Entonces la justicia iría todavía mejor. Además, no tendría sentido político ayudar a asociaciones profesionales afines, que por tanto dejarían de serlo. Quizá entonces no harían falta varias asociaciones profesionales. Si la justicia funcionara bien, muchos enemigos de que funcione bien, tendrían que dedicarse a otra cosa.
Si todo eso fuera a ser así, no es extraño que a mucha gente no le interese que la justicia funcione.
Y si la justicia funcionara bien,no habría ninguna necesidad de vivir toda vida con el dolor de una sentencia impuesta por un juez injusto, donde los recursos se han agotado y que no queda más remedio que asumir,porque -al fin y al cabo- esa persona respeta tanto la ley que hasta asume una condena que no le corresponde, llevando una vida "normal" marcado por esa resolución. Un caso muy cercano,que me ha afectado, me ha demostrado de lo que es capaz la justicia: de lo mejor y lo peor. A eso, creo yo, es a lo que hay que dedicarse también: a evitar que los errores judiciales destrocen la vida de las personas.
ResponderEliminarQuerido Salva:
ResponderEliminarYo quisiera matizar tu opinión. Para mí la justicia funciona, sobretodo si se tiene en cuenta que está masificada y con escasez de medios personales y materiales
Lo que si es cierto es que está desprestigiada
Por eso creo que la reflexión que propugno debería abarcar todos esos aspectos que se han denunciado desde aquí: dotar de transparencia el funcionamiento de las instituciones, observar las garantías de derecho público constitucional en el sistema de oferta y adjudicación de nombramientos, desvincularlas del juego de los partidos políticos, reforzar las garantías del Ministerio Fiscal que en un futuro terminará asumiendo la función instructora etc
Tampoco sería descabellado recuperar el desacato en favor de la autoridad moral y legal que la dignidad de nuestras funciones requiere
Lo siento, Jurista. Un saludo.
ResponderEliminarYo también creo que sería necesario recuperar el desacato; al menos el desacato que se comete contra los jueces. Existe en muchos lugares por ahí ante la evidencia de que hay funciones que hay que proteger de manera especial y la de juzgar es una de ellas.
ResponderEliminarGracias por tu apoyo, Salva. Saludos
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