Hace unos meses el FGE proclamó la beligerancia de la Fiscalía contra la corrupción, como no podía ser de otra forma, y reiteró ese anatema en la apertura del año judicial. La corrupción es una vergüenza en una democracia, que debería ser repudiada por todos y combatida por quienes tienen la obligación de hacerlo al mismo nivel que el peor crimen que se puede cometer. Esos estafadores sociales, investidos del poder que les otorgan los ciudadanos, no merecen el buen trato que reciben, en mi opinión. Proclamar la beligerancia contra esa lacra es necesario, pero no es suficiente. La beligerancia contra la corrupción debería ir acompañada, en la España de hoy y desde mi punto de vista, por cambiar un poco las reglas: no se pueden librar de la cárcel esos tipos simplemente devolviendo el dinero robado a veces décadas atrás. Si el delito que han cometido (y que se puede probar) está castigado con prisión, yo creo que deberían ir a la cárcel o al menos, la Fiscalía debería interesarlo. Es muy ejemplar -y muy raro- ver ingresar en prisión a un corrupto. Todos los días veo casos de gente que está en prisión y que solicita indultos que la Fiscalía informa en contra, por delitos menos graves que los de esa gentuza. La beligerancia debería empezar por ahí. Pero es conveniente hacer otras cosas también, por ejemplo, enviar a los corruptos ciertos mensajes: nombrando a los mejores en la lucha contra esa lacra, acabando con las cuotitas, las afinidades políticas y asociativas, o los favores pendientes. También eliminando las instrucciones (u órdenes) individuales o para casos concretos. Y blindando a los Fiscales encargados de esos asuntos dentro de la Fiscalía, como un día creo que leí que figuraba en el programa del FGE; o exigiendo a los Fiscales Jefes diligencia en las investigaciones y tramitación de estas causas y no renovarlos o ascenderlos ante su fracaso o indiferencia ante ese problema. O investigando diligentemente (se me hace raro, por ejemplo, que la Fiscalía acepte en un pacto con la defensa la atenuante de dilaciones indebidas en estos delitos ya que si es así es que alguien no ha hecho bien su trabajo), o controlando la legalidad de las intervenciones telefónicas o de otras pruebas para evitar nulidades. O preparando a ciertas Fiscalías de aforados (como la del Tribunal Supremo) para investigar algunos casos: no recuerdo una querella presentada por esta Fiscalía. O haciendo notar la presencia de la Fiscalía en los casos de corrupción política o económica, pidiendo fianzas o medidas cautelares personales. Actuando con transparencia ante la prensa en cada caso, tratando a todos (y cuando digo todos me refiero a todos) con igual ante la ley. O estando atento a los que dicen otros cuerpos de la administración (el comunicado de los inspectores del Banco de España da vergüenza) . En mi opinión eso es ser beligerante contra la corrupción.
Yo he trabajado con algunos de los mejores fiscales de Estados Unidos (Fiscales federales contratados por el Tribunal Internacional) y de todo el mundo. Para esa gente el delito es algo que hay que combatir sin tregua, y si no se hace diligentemente, incluso si se fracasa habiendo trabajado bien, se asume como una derrota profesional dolorosa. Recuerdo un fiscal (grandísimo fiscal americano ahora Juez internacional), con los ojos empañados por una resolución judicial adversa. Esto ha de ser -al menos en la lucha contra la corrupción- algo casi personal porque nosotros, los fiscales, somos a quienes nos pagan y en quienes confían los ciudadanos para combatirla. Abrir hoy los periódicos y ver escándalo tras escándalo de corrupción a mi me hace pensar en qué se debería hacer. Porque hay que hacer algo diferente.
El caso Pallerols, que está en los diarios de hoy, es una muestra de la total politización de la Fiscalía General del Estado, pues no creo que el Fiscal que llevará el caso haya actuado de motu propio. ¿Es que los fiscales vamos a ser siempre los criados del poder político, sin independencia, ni siquiera autonomía? Parta instruir así, prefiero que la competencia esté en manos de los jueces; ellos al menos tienen independencia. Cuestión distinta es que muchos no se atrevan a ejercerla, pues quieran medrar, resultando "simpáticos" al poder político...
ResponderEliminarMe conformaria con que este tipo de casos, el fiscal se tomara el mismo celo acusador que se toma cuando el acusado es de baja extraccion social, marginado y/o inmigrante. De hecho, pienso que con los politicos se deberia ser especialmente ejemplarizante para no provocar la sensacion de que salen "impunes"
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el post. El problema es que la independencia judicial es una quimera. La justicia se aplica sólo a los pobres. Además "Montesquev ha muerto" y eso de la independencia del poder judicial sigue siendo una quime´ra.
ResponderEliminarPor eso animo a Jueces y Fiscales a que luchen por esa independencia, a que se aparten de asociaciones politizadas, a que sean realmente imparciales. Entonces los respetaré.