Quienes luchan contra la corrupción desde la Policía, desde
la Fiscalía y desde la Judicatura, deberían estar absolutamente blindados
frente a los ataques de los investigados, y también de los partidos políticos y
de sus influencias. Lo que para los
Jueces parece sencillo, porque forma parte de su estatuto como Poder Judicial,
ha de garantizarse también para fiscales y muy en particular para los
investigadores, para la Policía y la Guardia Civil. En la Fiscalía y en los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado hay dificultades dada la estructura jerárquica de los
cuerpos: si los jefes son nombrados por los políticos, los subordinados tienen
problemas para investigar a esos mismos políticos. Pero las dificultades son conocidas, y hay
que luchar por vencerlas: hay que crear un estatuto especial protegido para los
investigadores de delitos de corrupción.
Que un investigado pueda querellarse contra un policía por calumnias, en
razón a un informe que realiza ese policía requerido por el Juez y no haya mecanismo alguno de protección procesal para ese funcionario es absurdo: si el informe es falso o malintencionado es algo a dirimir dentro del proceso en el cual se aporta, no fuera. Ese funcionario ha de ser
protegido por el Juez y por el Fiscal, si no queremos que el miedo se instale en
los investigadores de esos delitos y se merme su eficacia. Y además, ha de establecerse un protocolo de
protección de esos funcionarios. Si a
los sacrificios que supone la investigación de estos delitos, la presión que
hay que soportar, y las opciones beneficiosas profesionalmente que de vez en
cuando se ofrecen como puerta de salida a los investigadores molestos, se suma la posibilidad de tener que
pagarse un abogado para defenderse de las imputaciones de las personas
mencionadas en los informes policiales, pues apaga y vámonos.
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