viernes, 21 de mayo de 2021

LA FISCALÍA EN 2050

El Presidente del Gobierno ha presentado al país, con todo el tono solemne de que es capaz, su Estrategia España, 2050.  En medio de una pandemia, con la crisis con Marruecos en el centenario de Annual, con el mayor déficit público de la democracia, con un paro que asusta y con una crisis territorial que está lejos de superarse.   Pero vaya, el tipo cree que eso es bueno para los españoles, y yo no digo nada.  No digo nada, salvo que para España 2050, Sánchez no considera necesaria ninguna reforma para la Justicia.   No se lee en el documento nada particular sobre las necesidades de mejorar este servicio público, de cambiar su estructura, de pensar en un nuevo modelo.    Como si esto no tuviera relevancia a largo plazo.  

Yo también quiero jugar un poquito a este juego.   Pienso en dos escenarios para la Fiscalía General.  Uno, el de los no cambios.   Se alternarán gobiernos conservadores y progresistas y los fiscales conservadores y progresistas se alternarán en el poder en la Fiscalía, recibiendo el poder delegado del Gobierno, con lo que la institución seguirá brutalmente politizada.  No cambiarán las reglas de promoción profesional -son satisfactorias lo mismo para 1965 que para 2050-, no habrá mejoras de naturaleza profesional, se acentuará el poder de la jerarquía, y siempre los fiscales tendremos el consuelo de que cuando gobierne el PSOE, la AF será un valladar contra las arbitrariedades de la UPF, y cuando gobierne el PP, será la UPF quien guardará las esencias.   Seguirán persiguiéndose a fiscales a través de expediente disciplinarios arbitrarios (a veces a través de actuaciones penales) que normalmente serán revocados por los Tribunales pero que sin embargo mantendrán al colectivo atemorizado.  Cada día, desde el cambio procesal que se producirá en 2027, los estatutos profesionales de jueces y fiscales serán más dispares, como dispares serán las retribuciones; para esas fechas la oposición de ingreso será diferente, la discrecionalidad para el ingreso en la Carrera será mayor,  seguirá habiendo fiscales sustitutos (o quizá habrán sido ya integrados) de larga duración en plazas a las que los fiscales de Carrera no pueden llegar, no habrá todavía normativa sobre riesgos laborales, y por tanto, tampoco límites a la carga de trabajo, protección a embarazadas, mayores y enfermos, y habrá protocolos para casi todo en el funcionamiento de la institución.   Los fiscales, ausentes de compromiso, y quejosos en las cafeterías, seguirán callando en el convencimiento de que nada puede cambiar, pensarán que en 2021 se vivía mejor y esperarán que llegue, como el maná, algún cambio que propicie que los fiscales dejen de ser los funcionarios con menos derechos de la Administración española.  


El segundo escenario que yo vislumbro, menos probable pero posible, sería aquel al que se enfrentara una Carrera comprometida con sus derechos y sin miedo alguno al futuro como vehículo para que la Fiscalía preste mejor servicio a los ciudadanos.   Así, en 2050, la mayor parte de la Carrera rechaza la politización de dos asociaciones y castiga la arbitrariedad.  Exige transparencia y castiga la opacidad.   Exige justicia disciplinaria, y castiga (con querellas, a veces) a los jefes que abusan de sus compañeros. Exige decencia en los comportamientos, y censura las infracciones del deber de abstención de quienes votan a amigos o incluso a ex alumnos el Consejo Fiscal. Vislumbro que se acaban los gritos a los fiscales, que se racionaliza el trabajo, que hay movilidad en la Carrera porque la Carrera exige que no pueda haber sustitutos de siete u ocho años en plazas en las que haya titulares con deseo de ocupar.   Vislumbro un Fiscal General de Estado que respeta a sus compañeros en lugar de manejar la institución como un cortijo, un FGE que no es nombrado directamente por el Gobierno y un FGE cuyo nombramiento no puede caer en ministros, exministros o personas recién ligadas al ejecutivo, con lo cual la Fiscalía se va despolitizando.  Vislumbro una Inspección fiscal para ayudar a las fiscalías y no como lo de ahora.  Veo la posibilidad de que se fomente, a través de reconocimiento y mayor retribución, el mérito académico y científico.  Veo la posibilidad de que la investigación criminal produzca, desde la libertad y responsabilidad de los fiscales, una Justicia más ágil, y con ello un mayor prestigio de la Fiscalía, de manera que pasarán a ser los jueces quienes defiendan la equiparación retributiva con los fiscales.   Veo una Fiscalía con instalaciones modernas, con un volumen de trabajo acotado, con unas asociaciones profesionales que ya no esperan nada del poder político y por tanto se dedican a defender derechos, con medidas laborales contra el stress laboral, con protección de embarazadas, enfermos, con adaptación del trabajo a la salud del fiscal y no al revés, y veo en 2050 que la memoria de la gente que nos ha llevado a la situación actual empieza a avergonzar a quienes 30 años atrás los defendían.  

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