La comida posterior fue para mi muy divertida. José María me situó con él, con su mujer, Tere, con otros amigos suyos y varios fiscales y jueces de gran prestigio, además del FGE. Me reí, nos reímos todos, hablamos de cosas serias y menos serias, y a veces me reencontré -con alegría- con mi antiguo amigo Eduardo (no con el FGE con el que estoy pero muy pocas veces de acuerdo) que tuvo la amabilidad de acompañarme luego a casa.
Pero cuando nos íbamos ocurrió algo para mi importante: cuatro compañeras de Barcelona a las que no conocía se me acercaron para hablarme de este blog, de que lo seguían, de que incluso a veces les gustaba lo que decía. Yo se que hay gente que no le gusta nada lo que escribo (ayer mismo me topé con varios), pero normalmente no escucho a compañeros -a los que no conozco- que se sienten identificados con cosas que se dicen aquí. Quizá es que necesito vacaciones y que no estoy acostumbrado a estas cosas, pero me emocioné y me reafirmé en intentar decir aquí lo que pienso, sin más.
Si yo hubiera sido mi padre en ese momento (él era un magnífico tenor y nada tímido), les hubiera regalado a esas compañeras una de sus canciones preferidas. Yo canto fatal, así que esa canción catalana maravillosa se la dejo aquí a ellas en la interpretación de un tenor excepcional (y muy simpático), el mexicano Rolando Villazón desde el Liceo de Barcelona.
O sea, que al final, todos amiguetes.
ResponderEliminarLa cabra siempre tira pal monté.
ResponderEliminar