No es más catalán Jordi Pujol que
yo, ni quiere más a Cataluña que yo. No
lo son ni Mas, ni Junquera, ni Duran, ni ninguno de los políticos ni amigos que
tengo en mi tierra, desde donde escribo ahora, en mi ciudad natal, Barcelona. Conozco desde niños a algunos de los principales
impulsores de lo que está ocurriendo ahora en Cataluña. Tampoco son más españoles que yo ni Rajoy, ni
Rubalcaba, ni ninguno de los amigos que tengo por toda España. Mis identidades son la de un catalán que es
español y al que le cuesta diferenciar afectos: a diferencia de otras personas,
yo quería igual a mi padre y a mi madre, y quiero a todos mis hijos por igual. Para quien no sienta estos afectos con esta
pareja intensidad, quizá le sea más fácil decidir. Expresiones como la de que “nos roban”, “nos
vamos”, “que se vayan”, “victimistas”, y
demás que estoy escuchando me duelen y me afectan mucho. A mí
si que me roban algo muy importante con la secesión. Se que esto es una cuestión política que
lleva sin resolverse mucho tiempo, pero no quiero entrar ahí. Quiero hablar de tres cosas:
1. Que los pasos que se han
tomado ahora desde las fuerzas políticas catalanas que están en el gobierno, pueden
llevar aparejadas consecuencias tremendas, imposibles de calcular ni con la mejor voluntad. En Croacia la guerra se desencadenó tras un
referéndum de independencia (mayo de 1991) en el cual hubo una mayoría cercana
al 90 por ciento de votantes que votaron a favor. Cuando votaron, esos croatas no sabían que
iban a padecer una guerra que duraría varios años y a la que seguirían otras
terribles que afectarían a croatas habitantes de otras partes de
Yugoslavia. Había habido antes
incidentes graves, como una tremenda bronca en un partido de fútbol entre un
equipo croata y otro serbio, y otros más, como la discriminación legal de los
serbios que vivían en Croacia. Pero el
origen de esos incidentes había sido la creación expresa y deliberada de un
ambiente de odio entre comunidades. Cuando
veo esa conferencia de "España contra Catalunya", y oigo lo que se dicen en
ciertas radios españolas, me pregunto si no se está alimentando el odio del que
derivarán luego males mucho mayores. ¿Es
que no se puede defender lo propio sin fomentar el odio al vecino? Pero es que en Croacia, sigo con el ejemplo, tras el ataque al nuevo Estado de las tropas serbias de Milosevic, una región –La Krajina- decidió declarar a su vez la independencia de Croacia, lo que determinó que más tarde el contrataque croata se dirigiera a esa región con gran población serbia, en lo que fue la
segunda guerra balcánica (la primera fue una muy breve en Eslovenia). Y con el ejemplo de Eslovenia y Croacia, después
siguieron otros referendums y otras independencias, como las de Bosnia y Kosovo; y otras guerras.
¿Querían esas guerras los croatas o los bosnios cuando votaron? Mil veces no, dirían ahora las víctimas. Pero el odio y la sordera a los argumentos
del vecino se habían instalado en la zona.
Yo creo que estas cosas empiezan de una manera, pero es difícil
manejarlas una vez empezadas. Y hay que manejarlas con cuidado, que ya somos mayorcitos para jugar con las cosas de todos.
2. Que en democracia hay cosas que no se pueden
declarar unilateralmente en nombre del voto.
Decisiones que vulneran derechos de otros (y de manera irreversible) no
pueden tomarse solo por la fuerza del voto propio.
El voto debe dar fuerza para negociar posiciones políticas, pero no para
lesionar directa y unilateralmente los derechos de la gente que no piensa lo
mismo. Es claro que decisiones
políticas vulneradoras de derechos fundamentales sostenidas por gobiernos
democráticos pueden ser delictivas,
nacional o internacionalmente. Incluso si cuentan con el respaldo de las
opiniones públicas y se ratifican después con nuevas elecciones. Si la mayoría de nosotros, los catalanes,
quiere la independencia, en mi opinión eso debería determinar una negociación a
largo plazo que se viera convalidada con varias votaciones a lo largo del
tiempo (todas favorables a la secesión), y desde luego que abarcara la concorde
decisión de varias generaciones de catalanes y el acuerdo también concorde del
Estado. No es suficiente con que HOY Y
AHORA este sea el sentimiento mayoritario de la clase política catalana o
incluso de la población catalana. Si
alguien cree que eso es suficiente, por falta de cuidado o por exceso de
entusiasmo nos pueden llevar al desastre.
3. En Cataluña y en el resto del estado la
corrupción es asfixiante, y también lo es la enorme politización de la Justicia
y consecuentemente, disminuye la capacidad del Estado para luchar contra esa delincuencia. Esa peculiar situación hace que en
ocasiones sea difícil para nuestros gerifaltes en Justicia distinguir lo que
son delitos de lo que son problemas políticos: a veces se incoan causas que
tienen un sustrato esencialmente político (y a veces nada delictivo), y por
otra parte se dejen de perseguir delitos clarísimos cometidos en un entorno
político o por personas protagonistas de la acción política. Nosotros, en tanto que jueces o fiscales de
la jurisdicción penal, los problemas políticos debemos mantenerlos fuera de
nuestro objeto de trabajo. Pero los delitos no. Si hay delitos estos han de perseguirse,
aunque también sean problemas políticos, al menos en un sistema como en nuestro
en que domina el principio de legalidad incondicional. Y es que cuando la corrupción de políticos
campea, suele presentarse ese doble fenómeno que es muy difícil de afrontar por
juristas politizados. Hacen falta
juristas. No políticos juristas o juristas políticos, al menos en el área del
derecho penal. Puede ocurrir
(hipotéticamente) que corruptos planteen problemas políticos de primer orden
que oculten o pongan en segunda fila problemas jurídicos personales de
corrupción. Los penalistas han de saber
distinguir unos problemas de otros. Sin
miedo y con imparcialidad. Algo que
dado el estado de nuestra Justicia resulta muy difícil.
Cada vez que sale el tema del separatismo en España viene a mi memoria esta escena de la película murieron con las botas puestas
ResponderEliminarhttp://m.youtube.com/watch?v=Y-WkKFeWLvU&desktop_uri=%2Fwatch%3Fv%3DY-WkKFeWLvU
Y me produce una tristeza enorme, pues no se porqué debo de renunciar a sentir como propio lo peculiar de una región de España simplemente porque no he nacido en ella, y no entendería que me obligarán a elegir entre querer más a mi padre o a mi madre. La gente que se encuentra en la encrucijada que tu estas me da mucha pena y me encorajina pensar que en un momento dado os obliguen a desfilar tras unas banderas o signos concretos simplemente porque nos ha tocado ser regidos por una de las clases dirigentes más penosas de nuestra historia, renunciando a una parte de vosotros mismos, la que sea. Sólo puedo esperar que la sensatez de tu reflexión no sea una excepción en esa tierra en que nacistes. Y de la justicia... de ella no esperas nada Salva, no damos el nivel. Un abrazo. Luis.
ResponderEliminarEsos políticos catalanes ( algunos de ellos) que nos pueden llevar a la balcanización de la nación española con las terribles consecuencias como apunta Salvador Viada en el punto 1 de su entrada , están cometiendo una inmensa insensatez . Ello sin referirme a lo que supone de quebrantamiento de la fidelidad que se le debe a la nación y por supuesto a una parte de ella Cataluña y que , desde luego, tal conducta tiene un nombre en cualquier idioma.
Debe exigírseles además en aquello que sea de menester responsabilidades jurídicas que correspondan.
Escribo esto desde el cariño que por muchas razones tengo a Cataluña , que conocí, y donde reposan familiares directos muy queridos .
Almazán, sabes que no puedo publicar tu comentario porque se refiere directamente a tres compañeros, y más desde el anonimato. Por lo demás y salvo ese apartado, estaba de acuerdo con lo que decías. Lo siento
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