En este sentido, ser vocal no es fácil. Porque si las lealtades han de estar claras, las fuerzas para quebrarlas son sólidas. Pero de ello depende la seguridad profesional de los fiscales: que tengan alguien que pueda atender imparcialmente sus conflictos con la jerarquía. Que haya alguien que pueda atender con garantías quejas sobre abusos, sobre discrepancias profesionales con independencia de quien manda. Que haya alguien que obligue a la institución a ser transparente en las cosas que afectan a los fiscales porque se trata de representantes de los fiscales. Que en casos de expedientes a fiscales, vele -con independencia de la jerarquía- por que se respeten las garantías debidas a estos. Cuando se producen connivencias entre el Consejo Fiscal y la jerarquía, la desprotección de los fiscales en caso de conflicto es absoluta. Hoy, tras décadas de éxitos de las asociaciones dominantes en la Carrera por colocar afines en la jerarquía, el panorama ofrece una identificación evidente entre jerarquía y las asociaciones que han estado siempre presentes en el Consejo. Y encima, el jefe del Ministerio Fiscal hoy es el líder histórico de la asociación mayoritaria. La tormenta perfecta para que un fiscal no encuentre protección en nadie si tiene algún conflicto con la jerarquía. En nadie, como hemos visto que ha ocurrido con un compañero que espera ahora readmisión. Y por tanto, también para que el principio de unidad se imponga sin las fisuras de una eventual resistencia profesional, que tendría que pasar por el Consejo.
Esa inversión de las lealtades de los vocales (en vez de la Carrera, la asociación propia; en vez de los fiscales, el FGE afín) nos ha conducido a esta situación. Por eso hay esas diferencias entre el trabajo que soportan unos y otros; por eso la percepción de politización es tremenda; por eso no hay el mínimo esfuerzo por aligerar el control del trabajo de los fiscales, aumentando la mecanización y la inseguridad respecto al propio criterio; por eso mantienen el secreto en la gestión de los asuntos que nos afectan; por eso el Consejo no ha luchado por los derechos de los fiscales con problemas disciplinarios; por eso se mantiene un sistema disciplinario falto de garantías; por eso no se ha batallado por el mantenimiento de los sustitutos ni ha obligado al FGE a plantar cara al Ministerio en esos casos. Por eso, lentamente, la Fiscalía decae.
La salida no puede ser otra que el cambio en la composición del Consejo. Y a partir de ahí, poco a poco, creando vínculos de confianza con los fiscales ir construyendo una estructura sólida de hábitos, de prácticas comunes en la Fiscalía que sirva para dar seguridad a los fiscales frente a cualquier arbitrariedad, para poner límites a lo que la jerarquía puede hacer en la Fiscalía; para con la transparencia abrir la puerta al control jurisdiccional de los agravios que se puedan sufrir; para ir poco a poco construyendo una institución que de confianza a los ciudadanos, que pueda asumir nuevas tareas procesales y sobre todo que pueda garantizar que la Justicia se aplica igual para todo el mundo, sin excepciones.
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