Soy fiscal desde hace treinta años y nunca he querido ser profesionalmente otra cosa. Para conservar la ilusión en esta profesión, tras tantos años y en el dificilísimo estado actual de las
cosas, yo defiendo la necesidad de cambiar muchas cosas. La preocupación fundamental de las
asociaciones mayoritarias de colocar a cuantos más de sus miembros en la
jerarquía de la Fiscalía ha producido a lo largo de los años una serie de
efectos negativos. Para los partidos políticos de gobierno esta situación está bien: siempre tendrán un afín por ahí en las alturas de la Fiscalía. Pero en términos profesionales la cuestión es distinta. En mi opinión, desde ese punto de vista, el peor efecto es que se han olvidado de aquellos que no forman parte de la jerarquía: fiscales
obligados a asumir la carga de trabajo de sustitutos despedidos, condiciones de
trabajo muy duras, anulación de la iniciativa individual, y desconfianza al libre
criterio en el ejercicio de nuestra profesión (que obviamente obliga a conocer
y respetar las instrucciones generales impartidas, pero no a seguir formularios
al pie de la letra). Y se han negado a aprender nada de nadie: la única
verdad es la suya, para eso son más y están apoyados alternativamente por un FGE elegido por el partido político afín.
Han aceptado, al ocupar la jerarquía, un entendimiento de los
principios de unidad y dependencia que confiere toda la razón a quien ha sido
elegido jefe por las asociaciones mayoritarias y por el FGE afín de turno. El fiscal de trinchera (o el independiente) está
hoy desamparado, hasta el punto increíble hace unos años, de que puede ser
expulsado un compañero vulnerando sus derechos fundamentales (ignorándose que el fiscal había discrepado de su jefe por la vía estatutaria), sin haberle oído
en el Consejo Fiscal, y sin que nadie de la AF, de la UPF, de la jerarquía haya
movido un dedo para denunciar el atropello o para pedir disculpas. Eso ha pasado aquí; y ha pasado en unión de otras
cosas lamentables, como el mercadeo de cargos, el desprecio a quejas de
fiscales que tardan años en resolverse o la justificación de nombramientos en
criterios excéntricos para elegir al favorito de la jerarquía o de la asociación
dominante. Y todo favorecido por una opacidad contraria a
la dignidad de funcionarios de la escala más alta de la administración.
Hoy las asociaciones mayoritarias (en mi opinión, más todavía la AF
que la UPF) están instituticionalizadas: es imposible que puedan actuar contra
la jerarquía (que ha salido de sus mismas filas, de sus dirigentes); imposible
que puedan siquiera dejar de identificarse con los deseos, muchas veces
inspirados por las reglas de la política partidista cuando no por la
subordinación al Ministerio de Justicia,
de quienes mandan en la Fiscalía. Para
ellas es imposible, demasiados cargos, demasiadas expectativas de colocación,
demasiada lealtad a la jerarquía afín (y deslealtad a la no afín); no pueden luchar por los derechos o por las condiciones de trabajo de los
compañeros si ello supone enfrentarse a la voluntad del que manda; no pueden
hacer que la Inspección funcione con independencia del FGE; no pueden imponer
unas reglas equitativas, impulsar al Fiscal General en la dirección correcta en
su gestión, aún obligándole a rectificar. No
pueden dar transparencia al Consejo Fiscal y a la Fiscalía (y como no pueden,
ni lo intentan). No pueden -no lo han
hecho hasta ahora y tampoco lo van a hacer en el futuro- regenerar la Fiscalía.
Vaya panorama.
Es que es pisar moqueta y/o parquet y cuanto menos haces más fácil es que te renueven. Las renovaciones de los "desconocidos" de siempre son el reflejo en la Fiscalia de este régimen corrupto que nos hemos dado. Si al menos hubiera un ¡alo FGE!, para reírnos un rato.
ResponderEliminarNo basta querer cambiar a mejor, que no es poco, sino en saber qué es lo que se debe hacer para que un buen propósito sea algo más que buenas palabras y débiles intentos.
ResponderEliminarAnónimo, tienes toda la razón. Si estás de acuerdo con el diagnóstico, entonces la reflexión sobre lo que hay que hacer ha de ser conjunta. En estas semanas siguientes, iré planteando cosas concretas que hay que cambiar (y como cambiarlas) para que la Fiscalía sea un lugar habitable para todos los fiscales y para que poco a poco el prestigio de la institución pueda crecer. Pero varias cabezas piensan mejor que una sola. Saludos
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