Si de verdad hay algo difícil de explicar a un profano, o incluso a un
estudiante de Derecho o un opositor, es la división en categorías en la carrera
fiscal. Pocas cosas resultan más inexplicables.
A priori, parece sencillo, hay tres categorías como bien sabemos:
Abogados Fiscales, Fiscales y Fiscales de Sala. Pero cuando se intenta analizar
el paralelismo con la carrera judicial, que siempre parece la medida de todas
las cosas, empieza el problema. Uno recuerda al interlocutor que las categorías
de la carrera judicial son Juez, Magistrado y Magistrado del Tribunal Supremo,
y empieza a notar cómo éste comienza a perderse. Y con razón.
Así, por arriba, parece
absurdo o cuanto menos irracional que si la máxima categoría judicial es la de
Magistrado del Tribunal Supremo, la máxima categoría de la carrera fiscal no
sea la de Fiscal del Tribunal Supremo. Pero entonces, es cuando uno tiene que
explicarle a su interlocutor que no, que no es lo mismo Fiscal de Sala que
Fiscal del Tribunal Supremo, porque ésos no son necesariamente Fiscales de
Sala. Y se empieza a marear. Cuando se continúa con la explicación de que los
Fiscales de Sala no necesariamente actúan en el Tribunal Supremo, alucinan. Y
cuando añades que pese a que se llaman Fiscales de Sala no pertenecen a Sala
alguna y que los hay que no van a Sala, empiezan a enloquecer. Y entonces es
cuando intentas salvar la cosa diciendo que somos de Primera, de Segunda y de
Tercera, pero el interlocutor no parece muy convencido.
Y de ahí, pasas a la
categoría intermedia, la de los Fiscales, ese inmenso cajón de sastre al que
pertenecemos la mayoría, de distintos pelajes, condiciones y, desde luego,
cargos. Pero como este inmenso grupo, algo así como el equipo de “resto del mundo”
de los partidos benéficos, parece que se hace más comprensible, pues renuncias
a tratar de matizar con que no todos somos iguales, que los hay que son
decanos, coordinadores y delegados varios y los que no lo son, y que en este
grupo hay además jefes, por supuesto, salvo que no estén incluidos en la
categoría anterior. No vaya a ser que el interlocutor se desmaye.
Y, para acabar, le
hablas de la la tercera categoría, como la guinda del pastel. Empezando por un
nombre que nadie entiende, el de Abogado Fiscal, que siempre hay algún momento
en que nos preguntan si hacemos declaraciones de renta, lo cual es totalmente
comprensible a la vista de tal nomenclatura, dicho sea de paso. Y cuando parece
que al menos, en lo que a ellos respecta, la cosa está clara, pues no lo está
tanto. Porque no es fácil explicar que alguien pueda permanecer en una plaza de
Abogado Fiscal pese a ser Fiscal con tal de que la pillara antes de ascender, y
que ahí puede permanecer in secula
seculorum haciendo el mismo trabajo que sus compañeros por bastante menos
dinero. Ni que alguien no pueda aspirar a esa plaza en el lugar que anhela por
el hecho de que, por ser más antiguo en el escalafón, le haya alcanzado un
ascenso como a quien alcanza un rayo. Y que, al contrario, uno puede ser
Abogado Fiscal y ocupar plaza de Fiscal y cobrar más de lo que teóricamente
corresponde a su categoría. Y entonces el interlocutor se queda definitivamente
ojiplático.
Así que, ante este
panorama, renuncias a explicar cómo es posible que en una misma Fiscalía, cada
una de las personas que hacen exactamente el mismo trabajo pueda tener un
sueldo distinto, porque te quedas sin argumentos
Y ya, te olvidas de comentar la razón por la que
nuestra nomenclatura parece militar, con tanto teniente, área, zona o,
antiguamente, destacamento. Eso, mejor te lo dejas para cuando se recupere del
susto, si es que para enotnces no ha decidido dejar de estudiar Derecho o
abandonar la oposición.
Y digo yo que, con tantas veleidades reformistas como
ha habido. ¿Por qué a nadie se le ha ocurrido convertir nuestra organización en
algo razonable?. ¿O es que preferimos que siga siendo incomprensible?
SUSANA GISBERT
FISCAL (Fiscalía Provincial de Valencia)
¡Qué amplias y soleadas las praderas de los fiscales de confianza!¡Qué mullido me parece el césped que pisan! ¡Qué estrecho, sombrío y escarpado el desfiladero de los "trincheristas"
ResponderEliminarCualquier poderoso nos puede abarcar bajo su pulgar. Estamos en grave riesgo.
Hay que construir cercas vigorosas para que no entren los lobos. También hay que redistribuir el espacio interior. Es una heredad pública y común. Todos debemos cuidarla
Enhorabuena Susana y muchas gracias por contar estas cosas.
¡Qué amplias y soleadas las praderas de los fiscales de confianza!¡Qué mullido me parece el césped que pisan! ¡Qué estrecho, sombrío y escarpado el desfiladero de los "trincheristas"
ResponderEliminarCualquier poderoso nos puede abarcar bajo su pulgar. Estamos en grave riesgo.
Hay que construir cercas vigorosas para que no entren los lobos. También hay que redistribuir el espacio interior. Es una heredad pública y común. Todos debemos cuidarla
Enhorabuena Susana y muchas gracias por contar estas cosas.
Gracias por tu comentario. A veces es preciso leer las cosas negro sobre blanco para darnos cuenta de lo absurdas que son
ResponderEliminarEstoy literalmente estupefacto ante la gran cantidad de caciques que tenemos, para tan pocos indios. Y la culpa creo es de Conde Pumpido, con su dichosa manía de copiar el esquema de los jueces, presidentes de TSJ, presidentes de audiencias provinciales, etc., lo que ha supuesto que donde antes había 2 jefes, ahora hay 4.
ResponderEliminarPor no hablar del centenar largo de jefes cuya principal función es hacer informes, redactar la memoria, y, sobre todo, reirle las gracias al segundo jefe, que es el fiscal general, pues no nos olvidemos que el primer jefe, realmente el único, es el Ministro de Justicia.