miércoles, 11 de abril de 2018

LEYES, FISCALES Y JUECES

Los fiscales y los jueces debemos aplicar la ley.  Nuestro mundo profesional se limita a eso, a analizar la norma y aplicarla al caso que se nos presenta que es lo que en nuestra inmensa mayoría hacemos.  Pero si levanto la vista un poco y veo las leyes que tenemos que aplicar me preocupo bastante.  Tenemos un Código Penal infumable, durísimo, en muchos aspectos construido al impacto de algún caso concreto que determina un agravamiento de las penas.  Tenemos una polémica sobre la importancia de aplicar la prisión permanente revisable, incluso ampliándola a más supuestos cuando ya tenemos en el Código un máximo de cumplimiento de prisión de 40 años no revisable.   Veo graves problemas con castigos desmesurados -incluso de cárcel- por comentarios tal vez despreciables en redes sociales pero sin relevancia alguna.   Tenemos una normativa antiterrorista expansiva, como si afortunadamente no hubiéramos vencido de una vez al terrorismo de ETA.   Se consideran actos de terrorismo, con el poder simbólico que tiene esa calificación (que se expone a perder), actos que yo no puedo asociar con terrorismo, aunque sean delictivos.  Tenemos una Ley de Enjuiciamiento parcheada y inspirada por una investigación inquisitiva a cargo de un juez, donde estructuralmente las garantías para el investigado se le reconocen por la vía de los recursos.   Tenemos un número de presos elevadísimo, superior en términos relativos a la mayor parte de los países europeos.   Tenemos una justicia politizada en sus más altas instancias por vía de la designación de los más altos jueces y fiscales por órganos designados por el Gobierno o los partidos, con olímpico desprecio del mérito y la capacidad.  Tenemos un Tribunal Constitucional cuyos miembros son elegidos por los partidos políticos a través de diversas vías en demasiadas ocasiones por razones básicas de afinidad ideológica o incluso partidista.   Tenemos los instrumentos de control de la actuación de la administración controlados políticamente con lo que la corrupción  ha conseguido extenderse hasta la náusea o lo que es peor, hasta que nos  hemos acostumbrado.

Y todo ello mientras afronta España una gravísima crisis política sin el talento, la moderación y la sensibilidad para resolverlo.

Creo que hay que pararse a reflexionar un poco, reconsiderar unas cuantas cosas importantes y creo también que hacen falta cambios de mucho calado.