domingo, 2 de octubre de 2011

AUSCHWITZ

Para participar en un workshop, un seminario práctico sobre cooperación penal internacional, he asistido estos días a una reunión de Jueces y Fiscales europeos en Cracovia, Polonia.   Me ha impresionado la belleza del casco antiguo de la ciudad, pero mucho más la conciencia de que allí ocurrieron algunos de los más dramáticos actos criminales que se registra en la historia de la humanidad.   El barrio judío conserva todavía las trazas de antaño, sin grandes cambios.  No es difícil imaginar lo último que pudieron ver las personas que fueron fusiladas en los lugares ahora centros de culto y homenaje.   Personas inocentes, civiles, hombres, mujeres y niños.   Pero mucho más estremecedora es la visita al campo de exterminio, que está a una hora y pico de distancia.   No hay explicación racional para lo que se hizo allí: el horror descarnado, explícito.  Más de un millón de personas ejecutadas en algo más de dos años.   Un museo en el campo sorprende al visitante con infinidad de fotos terribles realizadas por los mismos soldados nazis;  y le previene para siempre de hablar con ligereza de la potencia del fanatismo y de lo que la manipulación a las personas puede llegar a desencadenar.

3 comentarios:

  1. Iba a ir a ese curso y por razones que no vienen al caso me ha sido imposible. Lamento muchísimo haber perdido la ocasión de estar contigo, Salvador, llevo tiempo siguiendo y admirando este blog. Admiro tu valentía y tu sinceridad.

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  2. HACEN FALTA JUECES, FISCALES, ABOGADOS.... "STEVE JOBS" FELICES POR AMAR SU TRABAJO, SU FAMILIA Y POR HABER SIDO DESPEDIDOS Y MALTRATADOS POR LA VIDA (III)

    La primera trata de conectar puntos.
    Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".

    Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de adopción definitivos.

    Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A los 17 años fui a la universidad.

    Ingenuamente elegí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a las que sí consideraba interesantes.

    No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos de noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente inestimables.

    Por ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender.

    Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.

    A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi vida.

    Diez años después, cuando estaba diseñando el primero ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía.

    Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún PC la tuviese.

    Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales carecerían de la maravillosa tipografía que llevan.

    Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.

    Reitero....

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